domingo, marzo 11, 2012


Cuando nos autogeneramos la suficiente motivación para hacer bien las pequeñas cosas de cada día, estamos conspirando por la paz y por el éxito. Sin duda, se trata de una capacidad que no tiene precio. Para hacer posible una competencia mental de esta naturaleza, conviene poner atención y consciencia en los movimientos y matices de todo lo que uno hace desde que se levanta por la mañana.

¿Acaso no merece la pena ser plenamente conscientes de todo pensamiento, palabra y acción que brote de nuestra persona? Cuando uno es consciente de su propia vida en términos de momento presente, algo muy grande está pasando. La consciencia sostenida y la mejora que de ella se deriva conforman una energía de crecimiento que, como bola de nieve, abre posibilidades a empresas cada vez más grandes en cantidad y calidad, que el interés colectivo demanda.

¿Qué es lo que determina que una acción sea calificada como pequeña cosa, frente a otra que llamamos grande?, ¿la cantidad de dinero que mueve?, ¿la que afecta a mayor número de personas?, ¿la que nos demanda mayor esfuerzo o bien es la que pone en juego la calidad total de recursos creativos que actualizan nuestras potencialidades internas?

Para el Universo todo tiene su importancia. Las modernas ciencias afirman que hasta el aleteo de una mariposa puede influir sobre el clima de una ciudad entera. En este sentido, puede suceder que una sonrisa evite accidentes en cadena y el retraso de un encuentro cambie el destino de un planeta. Todas las cosas tienen su importancia, desde lavar los platos con movimientos precisos y conscientes, hasta estampar una firma clave por la que cesamos en el trabajo y vendemos la casa. Lo que vale no es qué es lo que se hace, sino el cómo se hace. La conciencia atenta pone el mismo amor en consolar a un niño que al presidente de una gran empresa. Todo está encadenado en una red de interrelaciones y cada nueva acción tiene el aroma de la propia trayectoria.

Conviene cuidar nuestras palabras, aunque éstas se dirijan a gentes sin aparente importancia. Caminemos conscientes de cada paso y tratemos de colocar la espalda bien recta. Mientras tanto, observemos el juego de nuestra propia mente, como si todo ese ruido con nosotros no fuera. Todo movimiento es importante y todo lo que logra devenir consciente, en realidad, merece la pena.

Una vez que se tiene la mente entrenada para hacer bien las cosas, por pequeñas o grandes que parezcan, vendrán a buscarnos responsabilidades más grandes, tal vez porque ya no nos afectan los riesgos y las amenazas que, para el viejo modelo, éstas conllevan. Nuestra alma entonces estará preparada para servir a la vida y con ésta, a todos los hombres y mujeres de la tierra. Ya no se teme al fracaso y el ego ha cesado en sus exigencias. El camino ya permite ser recorrido con conciencia ecuánime y con las emociones bien serenas. El entrenamiento ha podido parecer largo, pero los frutos de la conciencia atenta llegan. El ser se recrea tanto al freír un huevo como al detener toda una guerra.

Bien sabemos que hasta la caída del pétalo de una rosa afecta a galaxias enteras.

Si hacemos bien las pequeñas cosas, grandes cosas nos buscarán e impulsarán a que las realicemos.

Atención total en cada paso, en cada cosa.