domingo, agosto 30, 2009

La llamada de la Compasion

La compasión es el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento. La acción compasiva resulta paradójica y misteriosa: es absoluta y, sin embargo, continuamente cambiante; es capaz de aceptar que todo ocurre exactamente como debe y, a la vez, trabaja con total entrega a favor del cambio; tiene objetivos, pero sabe que no existe más que el proceso; se muestra alegre en medio del sufrimiento y esperanzada ante obstáculos insuperables; es simple en un mundo de complejidad y confusión; se hace para otros, pero en realidad nutre a quien la realiza; protege para fortalecerse; pretende eliminar el sufrimiento, aún sabiendo que éste es ilimitado; es acción que surge del vacío.

Cuando vemos la inmensa tristeza y sufrimiento del mundo, nos suele suceder que sentimos un gran dolor en el corazón. Tantas veces el sufrimiento parece cruel, innecesario e injustificado, como si fuera el reflejo de un universo desalmado, y creemos que la avaricia humana y el temor que lo causan en gran parte están descontrolados... Pero cuando nuestros corazones se abren en medio de todo esto, surge el deseo de ayudar. Esta es la experiencia de la compasión.

La compasión es la apertura sensible de nuestro corazón al dolor y al sufrimiento. Así, cuando surge en nosotros, vemos y reconocemos aspectos de la vida que nos provocan tristeza, ira o indignación, precisamente aquellos que a menudo pretendemos ignorar. El poderoso despertar de nuestra propia compasión nos pone en contacto, de hecho, no sólo con las fuerzas nutridoras y sustentadoras del mundo, sino también con las opresoras y destructivas: al abrirnos directamente a éstas y familiarizarnos con ellas, en lugar de evitarlas como solemos hacer, será más probable que encontremos maneras diferentes de responder con amor y apoyo, y más eficaces, para aliviar el sufrimiento. Cuando el dolor lo padecemos nosotros mismos, intentamos por todos los medios acabar con él y, si no podemos conseguirlo solos, deseamos que alguien acuda en nuestra ayuda. Por eso, la compasión nos permite sentir la súplica de otra persona como propia, percibir el mismo anhelo de ser socorrido y escuchar a nuestro corazón pedirnos que ayudemos.

El Dalai Lama ha dicho: «El amor y la compasión no son un lujo, sino una necesidad. Sin ellos, la humanidad no puede sobrevivir, pero empleándolos podemos hacer un esfuerzo conjunto para resolver los problemas de toda la humanidad.»

Actuar con compasión no consiste en hacer el bien porque creamos que debamos hacerlo, sino sentirse empujado a la acción por un profundo y sincero sentimiento. Supone que nos entreguemos a lo que hagamos y que estemos totalmente presentes en esos momentos, por muy difícil, triste o aburrido que nos resulte y sin importarnos cuánto nos exija. Se trata de actuar desde nuestra más profunda comprensión de lo que es la vida, atentos a descubrir la mejor manera de actuar en cada situación y sin comprometer la verdad. Es trabajar con los demás de forma desinteresada y con un espíritu de respeto mutuo.

La compasión es la base de toda relación verdadera: significa estar presente con amor —amor por nosotros mismos y por todos los seres vivos, ya sean animales domésticos, pájaros, peces, árboles...; es llevar nuestra verdad más profunda a nuestras acciones, aun cuando el mundo parezca oponerse a ello, pues eso es fundamentalmente lo que tenemos para dar al mundo y a los demás.

El sufrimiento existe, el dolor existe, la crueldad y la injusticia existen. No podemos negarlo ni tampoco eliminarlo completamente por mucho que lo intentemos, pero lo que sí podemos hacer es llevar la verdad y la bondad a cualquier situación en la que nos encontremos: podemos usar el sufrimiento como una oportunidad para expresar amor. Cuando otros sufren, no siempre podemos hacerles felices aunque realmente lo queramos, pero podemos crear las condiciones para que puedan surgir otras opciones saludables y así colaborar en que creen una vida más satisfactoria. No podemos «arreglar» la vida de los demás, pero podemos ayudarnos unos a otros a ser más intuitivos y expertos ante nuestros «malos momentos», para poder tener más control sobre nuestras vidas y conseguir una mayor libertad al dejar de ser dependientes. En realidad, lo que podemos darnos mutuamente es apoyo, ya sea desde la forma de cuidados amables o hasta la de la atención eventual a las necesidades humanas más básicas.

La vida en la Tierra, variada y maravillosa, incluye a la humanidad, como comunidad de personas interconectadas, todas ellas portadoras de un alma y con la capacidad de responder eficazmente a sus propios problemas, si cuentan con los recursos adecuados. Por razones complejas, muchos de nosotros no tenemos ahora tales recursos y necesitamos del apoyo y la ayuda de otros para que bascule la balanza, pero todos podemos participar en este movimiento.

La compasión empieza por uno mismo. Cuando nos queremos y tratamos bien a nosotros mismos, alimentamos nuestro crecimiento espiritual y cultivamos la compasión por los demás; algo que Gandhi, que dedicó su vida a aliviar el sufrimiento ajeno, comprendió muy bien y expresó con las siguientes palabras: «Creo en la unidad esencial de todas las personas y, más aún, de todas las vidas. Por tanto, creo que si una persona crece espiritualmente, el mundo entero gana también en este sentido, y si una persona retrocede, el mundo entero lo hace en la misma medida.» Lo único que tenemos para dar es lo que somos: cuando nos aceptamos y perdonamos a nosotros mismos, nos sentimos más relajados y felices, y somos más capaces de ser amorosos con los demás.

La acción compasiva es un camino en el que desarrollamos nuestra conciencia y nuestra intuición, y al hacerlo nos convertimos en instrumentos cada vez mejores del cambio, a modo de huecas flautas de caña por donde suena la música sanadora de la vida.

Todos solemos ser benévolos y compasivos con las personas que conocemos y con la tierra sobre la que vivimos; enseñamos a nuestros hijos, escuchamos a nuestros amigos y cuidamos de nuestros jardines. Sin embargo, hoy debemos aprender a dar los «primeros pasos» hacia otra clase de acción compasiva, de una cualidad que nos puede costar descubrir y que llega más allá del alcance de nuestros brazos, llega el momento de actuar con amor, atención, verdad y pasión respecto a aquellos que nos llaman desde más allá de nuestro círculo cotidiano.

Nuestras solícitas respuestas individuales no tienen por qué excluir la necesidad de un compromiso por parte de los poderes públicos, pues aunque cada uno de nosotros enseñara a leer a alguien, nuestras escuelas seguirían necesitando programas para prevenir y ocuparse del analfabetismo. Sin embargo, necesitamos responder a ese grito de socorro cuando lo escuchamos para poder seguir viviendo en paz con nosotros mismos y con los demás. Y esa respuesta puede acercarnos a otros y eliminar parte del dolor del mundo.
La compasión es un sentimiento noble que eleva a quien la tiene, y esta compuesta por dos elementos básicos, la inteligencia de lo que sucede, y la acogida de quien se encuentra en la situación negativa. Hacía la persona que está en situación dolorosa la compasión se abre a la comprensión de su situación. Se da una visión reflexiva de lo acontecido. Existen pérdidas que resultan ganancia y, a veces también ganancias que son pérdidas. La persona compasiva puede distinguir estas situaciones y reaccionar frente a ellas de una forma constructiva. Quien ha sufrido una desgracia se siente sólo y en algún momento necesita ser acompañado. Este es el momento de ser acogido, lo que es de gran importancia para quien está afligido. Quien está triste se siente sumergido en la oscuridad, la luz ha huido de su corazón. La persona compasiva permanece llena de luz, de paz, de amor, y en ella el triste encuentra un puerto acogedor.

Cuando podemos ponerle buenas dosis de compasión a todo lo que vemos, oímos, hacemos y pensamos, las cosas cobran otra dimensión. Ya no es lo que creo que una persona me esta haciendo, aquel compañero de trabajo me dice, o tal vez nuestros familiares, no. Sino que a través de la compasión puedo ver como las personas, tratan de hacer o decir lo que pueden, desde sus perspectivas. Y si puedo tener y mantener una actitud llena de compasión, podré esparcir un poco de esa buena energía que da tener un corazón lleno de amor hacia mi mismo y hacia los demás.

domingo, agosto 02, 2009

como reconocer las Frustraciones.

Las frustraciones, entendidas como una consecuencia sicológica de la imposibilidad interior o exterior de alcanzar un objeto o situación para la satisfacción de una necesidad, son experiencias ingratas. Depende de nosotros dejarlas como tal o tratar de tomarlas como una prueba a nuestro estado de equilibrio interno y a nuestras capacidades de trabajar la paciencia, jerarquías en la vida, creatividad y, por qué no, sentido del humor.

La frustración se produce cuando aparece una barrera o interferencia invencible en la consecución de una meta o motivación. Podemos decir que la frustración es un sentimiento que viene generado por un malestar. Que se manifiesta como un estado de vacío o de anhelo insaciado. Dicho malestar está provocado porque “quiero algo”… Es una necesidad insatisfecha. Por lo tanto vivimos en un estado de frustración permanente. Porque hay muchísimas necesidades que no hemos satisfecho.

La frustración y los conflictos son un quehacer ordinario de nuestras vidas. Ellos no sólo interactúan entre sí, sino que viene hacer una de las fuentes más importantes del comportamiento humano. Y de tal modo, que la manera como el individuo los resuelva, dependerá, en gran medida su salud mental.
Tenemos las frustraciones de origen externo, que pueden ser "físicas", como la imposibilidad de encender el auto antes de salir del trabajo, y "sociales", como la falta de dinero para comprar algo que creemos necesitar, o las negativas de las personas a acompañarnos.
Tenemos frustraciones de origen interno: que son la inadaptación emocional y la falta de tolerancia a las mismas. De este modo el logro y el fracaso, así como la dependencia e independencia, son las principales fuentes internas de frustración y de acción.

La repetición de la frustración tiende a desarrollar la distancia entre su causa y la reacción; y puede llegar el momento en que se ha perdido la noción del origen de la frustración.

El proceso de madurez no es más que una larga carrera de obstáculos. A lo largo del desarrollo vital nos encontramos con numerosas barreras que impiden o dificultan la realización de nuestros deseos e impulsos. La auténtica madurez se consigue cuando asumimos nuestras limitaciones. Cuando sabemos convivir con las frustraciones producidas ante acontecimientos insuperables. Cuando nuestras metas y objetivos se asientan sobre un plano real, relegando nuestras fantasías al campo de la ensoñación, sabiendo en todo momento que no somos dioses ni súper humanos.

Elegir con libertad. Muchas son las personas que frustran sus expectativas porque sus normas o las de los demás no les dejan elegir con libertad. A veces “el debo” viene generado por normas sociales, morales, éticas y la persona no puede darle rienda suelta a sus verdaderas necesidades. Lo sano, es no dejarse manipular todo el tiempo en la toma de decisiones por esos “debo”, hay que intentar que “quiero” y “debo” sean similares.

¿Realmente nos hemos detenido a pensar la cantidad de veces que hacemos algo y que no queríamos realmente hacer? El hecho de tener miedo a la desaprobación y al rechazo a menudo hace difícil decir “no” a los requerimientos de los demás. Si nos pasamos la vida complaciendo a los demás, podemos perder la capacidad de saber qué es lo que realmente queremos. Es interesante que reflexionemos acerca de nuestra vida, actividades, las personas que nos rodean. Intenta en la medida de lo posible sentirte pleno en tu “quiero” y “debo”. Intenta no colocar siempre por delante esas normas generales que forman el “debo”.

Una frustración puede ser el trampolín para lograr tener un estilo de personalidad que lucha por sobreponerse a los problemas y lo hace valientemente hasta que finalmente lo logra. Nos puede enseñar que ese no era realmente el camino correcto y que finalmente debemos agradecerle a esa experiencia el haberse presentado en nuestra vida. También puede enseñarnos que en la vida hay que ocuparse de lo que verdaderamente vale la pena, como los sentimientos y las personas, por sobre las cosas materiales o los logros académicos. Y nos puede dar la posibilidad de reírnos de nosotros de una manera sana y descomplicada. Finalmente, nos puede dar la posibilidad de dejar de pedirle a la sociedad que sea perfecta, sin por ello convertirnos en seres depresivos o pesimistas, sino tan sólo realistas. Existen tres formas de reestablecer la capacidad para saber lo que uno desea:
Es necesario dejar de tomar decisiones impulsivamente
Si no tenemos clara una idea, podemos posponer la decisión utilizando frases asertivas como:
- Tengo que pensar en ello.
- Más tarde lo comentamos.
- En este momento no lo tengo claro.
Con este tipo de afirmaciones ganamos tiempo y dejamos claro a los demás que tienes opinión, aunque no sabemos cuál es en ese momento. De esta forma la sensación no será frustración porque no nos dejamos llevar abiertamente. La decisión final puede ser la que proponían otras personas, pero el hecho de exponer nuestros pensamientos nos hace libre de sentirnos manipulada. Cuando recuperemos las riendas de nuestras apetencias, a lo mejor decidimos no participar voluntariamente en las decisiones, pero ya no nos sentiremos frustradas.
No actúes de forma automática llevada por los hábitos de conducta que tienes
Lo sano ante una situación que abordar es pararse a pensar: ¿qué quiero yo realmente hacer?, ¿hago daño a alguien si decido autónomamente? A veces estamos atados a nuestras propias costumbres y sin embargo no son las actitudes que más me gustan. Lo peor de todo es auto-frustrarme porque me convierto en mi propia carcelera. Evalúa qué es lo más adecuado para ti en cada momento, e intenta no dañar a los demás en tus decisiones.
Déjate guiar pero cuando lo estimes oportuno
En ocasiones tenemos que ser educados y dejar a otros que decidan o incluso impongan su criterio. Con esto no pretendo decir que siempre tenemos que decidir nosotras, por encima de todo. Pero sí que tomemos parte activa de las situaciones que aparecen. Las normas sociales, morales y éticas están muy bien y proporcionan una vida ordenada en sociedad. Lo negativo es seguirlas a rajatabla frustrando nuestros deseos oportunos. Si te esfuerzas podrás conseguir un equilibrio entre tu “quiero” y tu “debo”.

Las barreras que se nos presentan en la búsqueda de nuestras metas, y son frustrantes pueden ser físicas, sociales o psicológicas. Las barreras nos impiden satisfacer nuestras necesidades.
Las barreras físicas son superadas con relativa facilidad. Observa como la Internet nos permite superar la barrera física de la distancia, y nos puedes comunicar en tiempo real con alguien al otro lado del mundo. Observa a tu alrededor y notarás la huella de una barrera superada con creces.
Las barreras sociales ocurre que se lucha a favor de la libertad, la igualdad y equidad entre los seres humano; se trabaja para disminuir la violencia; la pobreza, hambre, inseguridad, analfabetismo. Considere los países que en pocos años ha logrado superar obstáculos, que a otros pueblos les ha costado siglos de lucha.
Las barreras psicológicas son difíciles de superar, en virtud de la carga subjetiva de la misma. Por ejemplo, cuando dices: “No puedo”; afirmas: “Siempre he sido así, no voy a cambiar”; o concluyes: “Eso es muy difícil para mi”.

La frustración produce un conflicto; que a su vez genera un desequilibrio interno. Llegado al estado de desequilibrio, se activan algunos mecanismos compensatorios para aliviar la tensión producida. Algunos de nuestros mecanismos preferidos.
Evasión. El que evade, cuando esta desequilibrado, procura dormir mucho, usa tranquilizantes, ahoga las penas en licor, trabaja en exceso para ocupar espacio y no detenerse a pensar. En caso extremo desea la muerte.
Desistir. Cuando se considera que la barrera es insuperable, otro posible mecanismo es “colgar los guantes”; “tirar la toalla”. Abandonar la búsqueda de la meta.
Meta alternativa. En este caso, ante un obstáculo que impide alcanzar lo que deseamos, buscamos otra meta. Si no me quiere María, me busco a Juana. Como estudiar medicina resulta muy difícil, me cambio a otra carrera… ¿No hay chocolate? Déme vainilla…Vivir con Juana… obtener otra carrera… o saborear vainilla… alivia el desequilibrio. Pero seguiremos frustrados… porque no es lo que originalmente deseábamos.
Agresión a la barrera. De este modo intentamos aliviar tensiones. Si tu pareja no desea compartir contigo… la hieres de palabras… hasta maltrato físico. Generalmente la conducta agresiva es un mecanismo compensatorio que utiliza una persona frustrada.
Agresión desplazada. Típica reacción de desequilibrio. Como no puedes agredir a la barrera porque es tu jefe, una autoridad, o tu mismo; entonces te desahogas agrediendo a otros. Generalmente alguien más débil. Lamentablemente esa persona más débil es tu pareja, un hijo, un amigo, un subalterno. Que no tienen culpa, responsabilidad, ni nada que ver con tu frustración.

¿Cual es tu mecanismo favorito? tales conductas no nos conducen a nada satisfactorio, al contrario, agravan el problema. Y lo peor… seguimos frustrados.

¿Qué hacer entonces?
Superar la barrera mediante una solución de compromiso. Es decir utilizar todos nuestros recursos para enfrentar y resolver creativamente la fuente, el origen de la frustración; no los síntomas. El procedimiento es sencillo:
Acepta que estas frustrado. Analiza la causa de dicha frustración. Plantea todas las posibles soluciones. Jerarquiza las posibles soluciones en orden de importancia. Elabora un inventario de todos los recursos que tienes a tu alcance. Actúa. El asunto es decidir.
Las frustraciones no son negativas. Es una condición de la naturaleza humana. El problema es como las enfrentamos. A lo largo de nuestra existencia hemos enfrentado muchas barreras que te frustran. Pero las superamos. ¿Recuerdas cuando te levantaste y venciendo la fuerza de gravedad comenzaste a caminar?
Haz un recuento de tu vida desde que naciste. Observa la inmensa cantidad de escombros de barreras superadas. Felicítate por esos logros, que son muy tuyos. Agradece igualmente a quienes te dieron la mano para apoyarte en esos logros.

No tienes por qué vivir desequilibrado por las frustraciones… ellas son el pan de cada día… lo que necesitas es enfrentarlas creativamente. Hazlo y notarás como cambia radicalmente tu vida… en forma positiva. Muchos te admirarán y agradecerán el cambio.

No esperes mucho… Al final lo interesante es conocernos en profundidad para así poder decidir en nuestra vida.