domingo, abril 22, 2007

La felicidad no es gratuita.

Todos los seres humanos queremos ser felices y sin embargo, pocos lo logran. La mayoría obtiene como máximo, destellos de satisfacción en algunos momentos y en determinadas áreas de sus vidas. La felicidad es otra cosa. No se trata de sentirnos más o menos bien en algo ocasionalmente, sino de sentirnos plenos en la totalidad de nuestra experiencia vital y en forma duradera.
¿Qué es la felicidad? Según la definición del diccionario: Del latín, "felicitas", estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Un estado del ánimo, es un estado del Alma, de lo más profundo y auténtico que hay en cada uno de nosotros, de la totalidad que en realidad somos. No es poseer un auto de lujo, o una gran casa en un barrio exclusivo, o una familia "tipo", o una cuenta bancaria de varios dígitos, o una actividad laboral que signifique destaque social. El bien más preciado que necesitamos poseer es vivir en un estado de amor. ¡Y el Alma sólo se complace cuando alcanzamos ese estado de amor!

¿Y qué es el estado de amor? Me gusta la definición de Carlos Castaneda: un camino con corazón. Su maestro, Don Juan, le enseñó que lo único que tiene sentido para un guerrero espiritual, es tener un camino con corazón. Cuando Castaneda le preguntó qué era eso, le dijo que se trataba de una actitud hacia la vida toda, de un camino con el que nos sentíamos tan identificados que desaparecía la distinción entre él y nosotros. A continuación lo interrogó sobre cómo podemos saber si el camino que estamos recorriendo tiene corazón y recibió la respuesta: Si tu camino tiene corazón, te sentirás naturalmente fuerte, alegre, energizado y en paz. Eso es precisamente el estado de amor: una actitud hacia la vida que nos hace sentir en forma natural fuertes, alegres, energizados y en paz.

¿Y por qué no todos alcanzamos ese estado? ¡Porque no todos estamos dispuestos a pagar los costos! La gran mayoría vivimos esperando que la felicidad nos llegue de alguna forma mágica, ganando la lotería, o cuando alguien maravilloso se enamore de nosotros, o cuando consigamos un empleo muy bien remunerado, o Tal vez... tal vez... tal vez... Lo que no hemos comprendido, es que la felicidad no es gratuita. Tiene costos y si los aceptamos y nos hacemos cargo de ellos, pasaremos por la vida anhelándola y no obteniéndola. Muchas veces me han preguntado si la felicidad llega a nosotros o debemos ir en su búsqueda. Y mi respuesta es: ambas cosas a la vez.
La felicidad es como el aire que está permanentemente presente y buscando introducirse en todos lados. Claro que para lograrlo, necesitamos que abramos las ventanas de nuestra habitación. De lo contrario, no podrá penetrar. Cuando tomamos la decisión de ser felices (y decidirlo no es un mero deseo sino que implica estar dispuestos a hacer lo necesario) automáticamente nos lanzamos en su búsqueda y ese acto significa que le abrimos las ventanas de par en par. Y entonces ocurre algo maravilloso: la felicidad también comienza a dirigirse hacia nosotros. He encontrado que las personas que manifiestan no ser felices, en realidad nunca salieron en su búsqueda. Simplemente se limitaron a desearla, mientras permanecían inmóviles a la espera de un milagro.
Una afirmación de Un Curso de Milagros: "Todo el mundo tiene derecho a los milagros, pero antes es necesario una purificación". Y la purificación consiste en estar dispuestos a desprendernos de todo lo que en nuestra personalidad conspira contra nuestro deseo de ser felices. Y también consiste en estar dispuestos a incorporar a nuestra personalidad todo aquello que necesitamos para ser felices. Hay que ser concientes de:
1) Las dificultades, que pueden provenir de las creencias y hábitos que hemos ido incorporando o que también pueden tener sus orígenes kármicos. Estas dificultades son capaces de impedirnos ser felices si las percibimos como injustas e inadecuadas o si simplemente las ignoramos o subvaloramos, y también son capaces de allanarnos el camino a la felicidad si las percibimos como lecciones a aprender y oportunidades de crecimiento.
2) Los potenciales, que son aquellos recursos internos que poseemos en estado latente y que de desarrollarlos y actualizarlos, nos facilitarán el acceso a la plenitud. Debemos tener claro que ni las dificultades desaparecerán por sí mismas, ni los potenciales se desarrollarán por sí mismos.
En ambos casos, será imprescindible nuestra participación consciente y a eso me refería cuando aludía a los costos. Estar dispuestos a hacernos cargo de los costos, es actuar responsablemente teniendo en cuenta que responsabilidad (respons - habilidad) es la habilidad para responder.
Algunos de los costos que tendremos que ver si verdaderamente decidimos ser felices. Necesitaremos desprendernos de:
La creencia de que la felicidad no depende de nosotros y que en cambio, sí depende de otros (hijos, pareja, jefes, padres, amigos).
La creencia de que las dificultades son obstáculos insalvables.
La creencia de que ser felices o no, depende del azar.
La creencia de que estamos predestinados a ser felices o infelices.

Necesitaremos incorporar la decisión de:
Hacer lo que sea necesario para ser felices (cambiar pensamientos, creencias y actitudes).
Dejar atrás el pasado y apoyarnos firmemente en el presente.
Percibir cada impedimento como una oportunidad. Cada desierto como la oportunidad de hallar un oasis, cada montaña como la oportunidad de fortalecer nuestras piernas y aprender a escalar.
Depender de nosotros mismos.
Apoyarnos en nuestros propios pies.
Ser proactivos (tomar la iniciativa) en vez de reactivos (actuar como reacción).
Contribuir a que los demás sean felices.

Si queremos Ser felices tendremos que pagar los costos porque en la vida no hay nada gratuito y menos en relación a la felicidad. Y me gustaría compartir contigo un secreto:

¡¡¡ Se puede y vale la alegría de vivirlo!!!

domingo, abril 08, 2007

Perfección Imperfecta.

Cuando llevamos algo a cabo, nuestra meta es que todo salga bien, de acuerdo con lo planeado o esperado. Asimismo, muchos de nosotros aspiramos a lograr un resultado perfecto en lo que hacemos, y, en consecuencia, nos fijamos metas que van mucho más allá de nuestros límites o posibilidades. Incluso de lo humanamente asequible. En esta clase de situaciones, a veces el hacer las cosas de la mejor manera que podemos no es suficiente, y nos causa una sensación de frustración que en términos objetivos no es tal.

Todos cometemos errores en algún momento del día… o en muchos. Permitámoslo que así sea, ya que los errores son una excelente manera de aprender y de pulirnos. Hacernos a la idea que los resultados que planeamos obtener muchas veces se presentarán como lo deseamos, y otras no. Los errores e imprevistos son excelentes oportunidades, que nos sirven de sobremanera para ampliar nuestros horizontes y la manera en la que vemos lo que nos rodea. Si todo rindiera los frutos esperados, nos estancaríamos en lo que ya sabemos y manejamos, y también nuestro crecimiento personal se vería frenado puesto que no precisaríamos desarrollar herramientas nuevas ni incorporar conocimientos y formas de pensar diferentes para obtener lo que buscamos.

En vez de estar tensos, frustrarnos, enojarnos o reaccionar de mala manera cada vez que algo sale de manera distinta a la prevista, relájate y acepta que el resultado de nuestras acciones no depende enteramente de nosotros, hay factores librados al azar, a determinadas circunstancias que no podemos manejar, o a las resoluciones de otros individuos. Un gran número de las variables que se conjugan para alcanzar un resultado están más allá de nuestras decisiones, nuestros límites o nuestra voluntad.

La exigencia personal es una característica motivadora e impulsora que nos estimula a mejorar, progresar, tener objetivos y alcanzar metas. Por el contrario, la sobreexigencia drena nuestra energía, ya que cobijar la ilusión de no cometer un error bajo ninguna circunstancia es demandarnos una hazaña titánica, imposible de cumplir. Tal vez estemos acostumbrados de alguna manera o nos resulte familiar que la pretensión desmedida que nos exige o nos exigen sea demasiado alta, prácticamente inalcanzable. O nos veamos sometidos a escrutinios exhaustivos en los que nada llega a satisfacer el resultado deseado ya que los parámetros de perfección con los que mides (u otras personas miden) la realidad que nos rodea no son humanamente aplicables en su totalidad. Podemos elegir que nuestra vida esté basada en una actitud distinta, más relajada, al mismo tiempo que aspiramos a que las cosas estén bien hechas, de acuerdo con parámetros lógicos que nosotros mismos delineamos.

La propuesta no pasa por bajar las expectativas de los resultados a alcanzar, ni pretender logros menores y de este modo minimizar el esfuerzo necesario para hacerlos realidad. Piensa en grande, siempre. Trata de dar lo mejor de ti en cada situación, concéntrate en el fin al que diriges tu energía, y ten por seguro que mediante una actitud firme, decidida y distendida conseguirás el mejor resultado en cada intento.

No aceptes que otra persona te presione más allá del punto que consideres razonable, y ponle un freno a tu propio instinto de hacerlo si aflorara. Tampoco permitas que otro ser o tus voces internas critiquen todo lo que haces, por considerar que nada es suficiente. Que los sueños de perfección de otros individuos no tengan efecto alguno en las decisiones que genuinamente quieres tomar. Si notas una influencia marcada de estos parámetros de perfección en tu conducta, o consideras que nublan tu visión o tu capacidad de razonar con la cabeza fría, disóciate. Toma distancia. Aleja la imagen y las voces de estas personas de ti, hasta que lleguen a desdibujarse por completo.

Imagina una pared enorme entre tú y esta gente o esas voces, y aléjalas cada vez más, y en unos minutos ya no las escucharás ni notarás su presencia. Sentirás que todas tus ideas, grandes y pequeñas, pueden llegar a plasmarse en hechos reales y concretos que disfrutarás como nunca antes.