domingo, octubre 22, 2006

¿Por qué ó Para qué?

Ante ciertos acontecimientos de la vida, inesperados quizás, cuando sentimos que algo dentro de nosotros se nos desestabiliza, porque las cosas toman un rumbo diferente al que queríamos tomar, lanzamos un grito desesperado al cielo, queriendo encontrar respuesta a nuestro clamor: ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Qué es lo que he hecho tan mal para que así me tengan que castigar?

No le encontráramos sentido a lo que somos y hacemos, y ni siquiera nuestro vivir entendemos, vamos arrastrando cada paso que damos, y hasta de nuestra suerte nos lamentamos, por eso muchas veces cuando nos preguntan que cómo estamos, simplemente respondemos: “Como Dios quiere, sobreviviendo, ahí vamos”…

El preguntar ¿POR QUÉ? surge cuando buscamos una razón a lo que sentimos se nos ha impuesto y nos toca aceptar; queremos que se nos justifique aquello que asumimos simplemente porque no lo podemos cambiar… el “PARA QUÉ”, implica búsqueda de un sentido, querer trascender la situación, construir con ello un proyecto de vida, que nos ayude a ver todo desde otra visión y poderlo transformar así en la más bella misión.

Cuando no sabemos para qué hemos nacido, todo se nos convierte en rutina, el trabajo es una obligación que toca realizar, para poder subsistir… aún el existir no inspira ninguna motivación y decimos que vivir es sinónimo de sufrir…

Sin amor, nada de lo que hagamos tiene valor; de ahí esta frase que nos impulsa a sentirnos motivados por ese sentimiento que a todo le pone otro color: “No hagamos nada a la fuerza, hagamos todo con la fuerza del amor”

El hacer solo por hacer, el hacer sin sentir, con lleva simplemente a cumplir o sobrevivir; esto se refleja en las respuestas que damos a los acontecimientos de la vida diaria, a los porqués o para qué que con frecuencia buscamos; de la manera como lo afrontemos se convierte en rutina o ideal, de nosotros depende transformarlo o deformarlo.

miércoles, octubre 11, 2006

Agradecer la vida.

Ante toda etapa que concluye, ante toda tarea cumplida, se impone un grato sentimiento de bienestar y, por qué no, de gratitud: la vida fluye y nos ha ayudado brindándonos circunstancias propicias. Sin embargo, si sabemos elevar nuestra mirada para ver que sé esconde detrás de cada hecho, también tendremos la capacidad de aceptar la piedra que entorpece el camino o el imprevisto que demora la concreción de un proyecto anhelado.

Hasta en los momentos más difíciles de la vida, formamos parte de un suceso maravilloso que merece ser agradecido: estamos vivos. Por supuesto, no se trata de valorarlo en virtud de las posesiones materiales ni de la mayor o menor suerte que pensamos -nos acompaña. Se trata de descubrir que todo ser, tan solo por existir, revela un secreto, recrea la mayor magia de la que podemos ser partícipes: la vida misma.

Cómo nos sorprendemos cuando nos despertamos por la mañana y abrimos nuestros ojos. Cómo olvidar que hoy es un día irrepetible y único, y que nosotros tenemos el privilegio de vivirlo en plenitud... Así, cada objeto, cada persona, cada palabra cobrarán un nuevo significado, el que nunca deberían haber dejado de albergar, y llenarán de sentido nuestro espacio vital.

Todo ser humano llega a este mundo para cumplir una misión impostergable: aprender a quererse, conocerse en profundidad, apreciar lo que tiene, aceptar a quienes lo rodean y, entonces, transitar el camino que se abre frente a él. No importa si, en algunos tramos, el terreno es escarpado: sólo son pruebas a las que el destino nos somete a fin de fortalecer nuestro espíritu. Sepamos apreciar toda bondad y toda belleza que nos rodee, por pequeña que sea.

Pero, también, sepamos reconocer qué nos está tratando de señalar la vida cuando nos presenta obstáculos, una y otra vez. Y, sobre todo, tratemos de no perder nunca de vista que de nosotros depende, en gran medida, aquello que nos sucede. Si comprendemos el sentido último e invalorable de nuestra existencia, habremos encontrado la mejor forma de empezar a vivirla plenamente: agradecer la vida.